¿Qué aprendimos de las misiones Voyager?
Las misiones Voyager, lanzadas por la NASA a finales de los años 1970, han sido uno de los esfuerzos más innovadores en la historia de la exploración espacial. Estas misiones, compuestas por las naves espaciales Voyager 1 y Voyager 2, estaban originalmente destinadas a explorar los planetas exteriores de nuestro sistema solar: Júpiter y Saturno, y sus respectivos sistemas lunares. Pero las misiones han superado las expectativas y siguen proporcionando datos invaluables a medida que se aventuran en el espacio interestelar.
La Voyager 1 se lanzó el 5 de septiembre de 1977 y la Voyager 2 hizo lo mismo el 20 de agosto del mismo año. Aunque la Voyager 2 se lanzó primero, la trayectoria de la Voyager 1 fue una ruta más rápida que la llevó a Júpiter y Saturno antes que su nave gemela. Ambas naves espaciales llevaban una variedad de instrumentos científicos diseñados para estudiar campos magnéticos, rayos cósmicos, plasmas espaciales y otros fenómenos.
Júpiter y sus lunas
El primer objetivo importante fue Júpiter, el planeta más grande de nuestro sistema solar. La Voyager 1 llegó a Júpiter en 1979 y fue seguida por la Voyager 2 ese mismo año. En Júpiter, la nave espacial hizo varios descubrimientos importantes. Proporcionaron imágenes en primer plano sin precedentes de la Gran Mancha Roja del planeta, una tormenta masiva más grande que la Tierra que ha estado arrasando durante siglos. Las misiones también descubrieron que Júpiter tiene anillos débiles, que hasta ahora se desconocían.
Quizás aún más fascinantes fueron los descubrimientos sobre las lunas de Júpiter. Los datos de la Voyager mostraron que la luna Io es el cuerpo volcánicamente más activo del sistema solar, con géiseres de azufre en erupción de hasta 450 kilómetros de altura. Otra luna, Europa, parecía tener una superficie lisa y helada, lo que sugería un océano subterráneo, una posible morada para la vida.
Saturno y sus lunas
Las Voyager llegaron a Saturno en 1980 y 1981. Uno de los descubrimientos más espectaculares fue el de Titán, la luna de Saturno, que tiene una atmósfera espesa compuesta principalmente de nitrógeno y metano. La revelación despertó el interés en Titán como posible sitio para la química prebiótica y quizás incluso para formas de vida exóticas. La nave espacial también proporcionó imágenes detalladas de los anillos de Saturno, revelando estructuras complejas como "radios", que son características oscuras de los anillos que giran junto con ellos.
Urano y Neptuno
La Voyager 2 continuó hacia Urano y llegó al planeta en 1986. Descubrió 10 nuevas lunas y dos nuevos anillos alrededor de Urano, además de revelar que el campo magnético del planeta está inclinado y desviado de su centro. Esta fue la primera vez que una nave espacial visitó el planeta y los datos recopilados ampliaron significativamente nuestra comprensión.
El último encuentro planetario fue Neptuno en 1989. La Voyager 2 descubrió varias lunas nuevas y un sistema meteorológico inesperadamente activo, incluida una "Gran Mancha Oscura", similar a la Gran Mancha Roja de Júpiter pero mucho más pequeña. Se descubrió que Tritón, una de las lunas de Neptuno, tenía géiseres que arrojaban gas nitrógeno, lo que la convertía en una de las lunas geológicamente más activas del sistema solar.
Misión interestelar
Después de sus encuentros planetarios, la nave espacial Voyager fue reasignada a la Misión Interestelar. Ahora están a más de 14 mil millones de millas de la Tierra, proporcionando datos sobre la heliosfera (la región del espacio similar a una burbuja que rodea el sistema solar) y aventurándose en el espacio interestelar. En 2012, la Voyager 1 se convirtió en el primer objeto creado por humanos en ingresar al espacio interestelar, seguida por la Voyager 2 en 2018. Continúan enviando datos que nos ayudan a comprender la naturaleza del entorno espacial más allá de la influencia de nuestro Sol.
El disco de oro
Ambas Voyager llevan un "Disco de Oro", un disco fonográfico que contiene sonidos e imágenes destinados a retratar la diversidad de la vida y la cultura en la Tierra. El disco incluye 115 imágenes, sonidos naturales, saludos hablados en 55 idiomas y una selección de música de diferentes culturas y épocas. La idea era proporcionar un artefacto de la civilización humana, en caso de que alguna vez seres inteligentes de otro sistema estelar encuentren alguna de las naves espaciales.
En conclusión, las misiones Voyager han revolucionado nuestra comprensión del sistema solar y ahora proporcionan los primeros datos directos desde el espacio interestelar. Las naves espaciales han ampliado enormemente nuestro conocimiento sobre las atmósferas planetarias, los campos magnéticos y las lunas, y han cambiado fundamentalmente nuestra forma de pensar sobre nuestro lugar en el universo. A medida que continúan viajando más lejos de casa, las Voyager sirven como un recordatorio humilde e inspirador de las infinitas posibilidades de descubrimiento que nos esperan en el cosmos.